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.Por eso no te lo he presentado… Todavía está furioso.–Parece un viejo mezquino -dijo Debbie.–Lo es -suspiré-.Pero ¿qué puedo hacer? Es mi padre.Tengo que aguantarle.Me sentía mal mintiéndole, pero de ningún modo podía contarle la verdad.Sonreí para mí cuando me imaginé dándole la noticia: “¿Sabes ese tipo que te dije que es mi padre? No lo es.Es un vampiro.Oh, y creo que es el que mató a aquellas seis personas”.–¿Por qué sonríes? – preguntó Debbie.–Por nada -dije enseguida, borrando la sonrisa de mi cara.Era una extraña doble vida (un chico normal por el día, un mortífero rastreador de vampiros por la noche), pero la estaba disfrutando.Si hubiera sido un año antes, me habría sentido confuso; me habría agitado en mis sueños, angustiado por lo que la próxima noche pudiese depararme; mis hábitos alimenticios se habían visto afectados y estaría deprimido; probablemente habría elegido concentrarme en una única cosa a la vez, y dejar de ver a Debbie.Ahora no.Mis experiencias con Mr.Crepsley y el Cirque Du Freak me habían cambiado.Era capaz de representar dos papeles distintos.De hecho, me gustaba la variedad: rastrear al vampiro por la noche me hacía sentir grande e importante (¡Darren Shan, protector de la ciudad durmiente!) y ver a Debbie por las tardes me devolvía la sensación de ser un chico humano normal.Poseía lo mejor de ambos mundos.Eso acabó cuando Mr.Crepsley empezó a rondar a su siguiente víctima: el hombre gordo.CAPÍTULO 12Al principio no me di cuenta de que Mr.Crepsley seguía a alguien.Estuvo rondando por una concurrida calle comercial, donde permaneció casi una hora estudiando a los clientes.Entonces, sin previo aviso, trepó a lo alto del edificio al que se había pegado y empezó a cruzar el tejado.Llamé a Evra.Él nunca me llamaba, por miedo a que el vampiro oyera el sonido de mi móvil.–Se ha puesto en marcha otra vez -le informé en voz baja.–Ya era hora -gruñó Evra-.Odio cuando se detiene.No sabes el frío que tengo que aguantar parado aquí abajo.–Ve a comer algo -le dije-.Va muy despacio.Creo que podrías tomarte cinco o diez minutos de descanso.–¿Estás seguro? – preguntó Evra.–Sí -repuse-.Te llamaré si pasa algo.–De acuerdo -dijo Evra-.Me apetece un perrito caliente y una taza de chocolate.¿Quieres que te traiga algo?–No, gracias -dije-.Estaremos en contacto.Te veré enseguida -corté y fui tras el vampiro.No me gustaba comer cosas como perritos calientes, ni hamburguesas ni patatas fritas mientras le seguía el rastro a Mr.Crepsley: su olfato habría detectado fácilmente unos olores tan fuertes.Comía rebanadas de pan seco (que apenas tenían olor) para calmar mi apetito.Normalmente llevaba una botella de agua para beber.Un par de minutos después me entró curiosidad.Las noches anteriores, se quedaba en el mismo sitio o vagaba sin rumbo fijo.Esta vez parecía avanzar guiado por un propósito.Decidí acercarme más.Era peligroso, especialmente porque él no iba deprisa (y así era más probable que me pillara) pero tenía que ver qué hacía.Acortando un tercio la distancia (acercándome a él tanto como me atrevía), vi que asomaba la cabeza por el borde del tejado, echando un vistazo a la calle.Mirando hacia la bien iluminada calle, no conseguía descubrir qué era lo que él acechaba.Fue sólo cuando se detuvo junto a una farola que advertí la presencia del hombre gordo al pie, atándose los cordones de los zapatos.¡Así que era eso! ¡Mr.Crepsley iba tras el hombre gordo! Lo supe por la forma en que el vampiro lo miraba, esperando que se atara los cordones y reanudara la marcha.Cuando el hombre gordo se levantó y echó a andar de nuevo, efectivamente, Mr.Crepsley lo siguió.Retrocedí algunos pasos y llamé a Evra.–¿Qué pasa? – preguntó.Pude oírle masticar su perrito caliente.Se escuchaban más voces de fondo.–Acción -dije simplemente.–¡Oh, diablos! – jadeó Evra.Oí cómo dejaba caer el perrito caliente y salía abriéndose paso entre la gente, hacia un lugar más tranquilo-.¿Estás seguro? – preguntó.–Segurísimo -dije-.Ha elegido una presa.–Está bien -suspiró Evra.Sonaba nervioso.No se lo reproché (yo también lo estaba)-.Está bien -repitió-.Dime dónde estás.Le leí en voz alta el nombre de la calle.–Pero no te apresures -le dije-.Se mueven muy despacio.Quédate un par de calles más atrás.No quiero que Mr.Crepsley te descubra.–¡Yo tampoco quiero que lo haga! – resopló Evra-.Tenme al tanto.–Lo haré -prometí.Guardé el móvil, y continué persiguiendo al vampiro.Siguió al hombre gordo hasta un gran edificio, en cuyo interior desapareció el humano.Mr.Crepsley esperó media hora, y luego, lentamente, rodeó el edificio, comprobando puertas y ventanas.Anduve a duras penas, manteniendo la distancia, listo para correr tras él si entraba.No lo hizo.En vez de eso, cuando hubo examinado el lugar, fue hacia una azotea cercana, que le ofrecía una vista perfecta de todas las entradas, y se sentó a esperar [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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.Por eso no te lo he presentado… Todavía está furioso.–Parece un viejo mezquino -dijo Debbie.–Lo es -suspiré-.Pero ¿qué puedo hacer? Es mi padre.Tengo que aguantarle.Me sentía mal mintiéndole, pero de ningún modo podía contarle la verdad.Sonreí para mí cuando me imaginé dándole la noticia: “¿Sabes ese tipo que te dije que es mi padre? No lo es.Es un vampiro.Oh, y creo que es el que mató a aquellas seis personas”.–¿Por qué sonríes? – preguntó Debbie.–Por nada -dije enseguida, borrando la sonrisa de mi cara.Era una extraña doble vida (un chico normal por el día, un mortífero rastreador de vampiros por la noche), pero la estaba disfrutando.Si hubiera sido un año antes, me habría sentido confuso; me habría agitado en mis sueños, angustiado por lo que la próxima noche pudiese depararme; mis hábitos alimenticios se habían visto afectados y estaría deprimido; probablemente habría elegido concentrarme en una única cosa a la vez, y dejar de ver a Debbie.Ahora no.Mis experiencias con Mr.Crepsley y el Cirque Du Freak me habían cambiado.Era capaz de representar dos papeles distintos.De hecho, me gustaba la variedad: rastrear al vampiro por la noche me hacía sentir grande e importante (¡Darren Shan, protector de la ciudad durmiente!) y ver a Debbie por las tardes me devolvía la sensación de ser un chico humano normal.Poseía lo mejor de ambos mundos.Eso acabó cuando Mr.Crepsley empezó a rondar a su siguiente víctima: el hombre gordo.CAPÍTULO 12Al principio no me di cuenta de que Mr.Crepsley seguía a alguien.Estuvo rondando por una concurrida calle comercial, donde permaneció casi una hora estudiando a los clientes.Entonces, sin previo aviso, trepó a lo alto del edificio al que se había pegado y empezó a cruzar el tejado.Llamé a Evra.Él nunca me llamaba, por miedo a que el vampiro oyera el sonido de mi móvil.–Se ha puesto en marcha otra vez -le informé en voz baja.–Ya era hora -gruñó Evra-.Odio cuando se detiene.No sabes el frío que tengo que aguantar parado aquí abajo.–Ve a comer algo -le dije-.Va muy despacio.Creo que podrías tomarte cinco o diez minutos de descanso.–¿Estás seguro? – preguntó Evra.–Sí -repuse-.Te llamaré si pasa algo.–De acuerdo -dijo Evra-.Me apetece un perrito caliente y una taza de chocolate.¿Quieres que te traiga algo?–No, gracias -dije-.Estaremos en contacto.Te veré enseguida -corté y fui tras el vampiro.No me gustaba comer cosas como perritos calientes, ni hamburguesas ni patatas fritas mientras le seguía el rastro a Mr.Crepsley: su olfato habría detectado fácilmente unos olores tan fuertes.Comía rebanadas de pan seco (que apenas tenían olor) para calmar mi apetito.Normalmente llevaba una botella de agua para beber.Un par de minutos después me entró curiosidad.Las noches anteriores, se quedaba en el mismo sitio o vagaba sin rumbo fijo.Esta vez parecía avanzar guiado por un propósito.Decidí acercarme más.Era peligroso, especialmente porque él no iba deprisa (y así era más probable que me pillara) pero tenía que ver qué hacía.Acortando un tercio la distancia (acercándome a él tanto como me atrevía), vi que asomaba la cabeza por el borde del tejado, echando un vistazo a la calle.Mirando hacia la bien iluminada calle, no conseguía descubrir qué era lo que él acechaba.Fue sólo cuando se detuvo junto a una farola que advertí la presencia del hombre gordo al pie, atándose los cordones de los zapatos.¡Así que era eso! ¡Mr.Crepsley iba tras el hombre gordo! Lo supe por la forma en que el vampiro lo miraba, esperando que se atara los cordones y reanudara la marcha.Cuando el hombre gordo se levantó y echó a andar de nuevo, efectivamente, Mr.Crepsley lo siguió.Retrocedí algunos pasos y llamé a Evra.–¿Qué pasa? – preguntó.Pude oírle masticar su perrito caliente.Se escuchaban más voces de fondo.–Acción -dije simplemente.–¡Oh, diablos! – jadeó Evra.Oí cómo dejaba caer el perrito caliente y salía abriéndose paso entre la gente, hacia un lugar más tranquilo-.¿Estás seguro? – preguntó.–Segurísimo -dije-.Ha elegido una presa.–Está bien -suspiró Evra.Sonaba nervioso.No se lo reproché (yo también lo estaba)-.Está bien -repitió-.Dime dónde estás.Le leí en voz alta el nombre de la calle.–Pero no te apresures -le dije-.Se mueven muy despacio.Quédate un par de calles más atrás.No quiero que Mr.Crepsley te descubra.–¡Yo tampoco quiero que lo haga! – resopló Evra-.Tenme al tanto.–Lo haré -prometí.Guardé el móvil, y continué persiguiendo al vampiro.Siguió al hombre gordo hasta un gran edificio, en cuyo interior desapareció el humano.Mr.Crepsley esperó media hora, y luego, lentamente, rodeó el edificio, comprobando puertas y ventanas.Anduve a duras penas, manteniendo la distancia, listo para correr tras él si entraba.No lo hizo.En vez de eso, cuando hubo examinado el lugar, fue hacia una azotea cercana, que le ofrecía una vista perfecta de todas las entradas, y se sentó a esperar [ Pobierz całość w formacie PDF ]