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.Iba vestido con el equipo de lucha, no con la ropa de entrenamiento que llevaba Clary, y su cabello rubio destacaba en la negrura.Se había oscurecido levemente desde finales de verano y había adquirido un matiz de oro oscuro, algo que, en opinión de Clary, le quedaba incluso mejor.Se sentía absurdamente feliz de conocerlo ya lo bastante como para percatarse de aquellos sutiles cambios en su aspecto.—Creía que ibas a subir —le gritó ella desde arriba—.¿Cambio de planes?—Es una larga historia —le respondió él, sonriente—.¿Y bien? ¿Quieres practicar volteretas?Clary suspiró.Practicar volteretas quería decir lanzarse al vacío desde la barra y utilizar la cuerda flexible para sujetarse mientras se apoyaba en las paredes para empujarse y dar volteretas.Era el modo de aprender a dar vueltas sobre sí misma, lanzar patadas y esquivar golpes sin tener que preocuparse por la dureza del suelo y los moratones.Había visto cómo lo hacía Jace, que parecía un ángel cuando volaba por los aires, girando sobre sí mismo y revolviéndose con la preciosa elegancia de un bailarín clásico.Pero ella se retorcía como un escarabajo de la patata en cuanto veía que se acercaba al suelo, y el hecho de que en su cabeza supiese que no iba a impactar contra él, no servía de nada.Empezaba a preguntarse si tenía alguna importancia que hubiese nacido cazadora de sombras; tal vez era demasiado tarde para convertirse en una más de ellos, en una que fuera plenamente operativa.O tal vez fuera que el don que había convertido a Jace y a ella en lo que eran estaba distribuido de forma desigual entre ellos, de tal modo que él se había quedado con todos los atributos físicos y ella con.bueno, con poca cosa.—Vamos, Clary —dijo Jace—.Salta.—Clary cerró los ojos y saltó.Se sintió por un momento suspendida en el aire, libre de cualquier cosa.Pero acto seguido la gravedad se apoderó de ella y se precipitó hacia el suelo.Recogió por instinto brazos y piernas y mantuvo los ojos cerrados con fuerza.La cuerda se tensó y Clary rebotó y subió hacia arriba antes de volver a caer.No abrió los ojos hasta que la velocidad aminoró y se encontró balanceándose en el extremo de la cuerda, a un metro y medio por encima de Jace, que sonreía.—Bien —dijo Jace—.Tan elegante como la caída de un copo de nieve.—¿He gritado? —preguntó ella con franca curiosidad—.Mientras caía, quiero decir.Jace movió afirmativamente la cabeza.—Por suerte no hay nadie en casa; cualquiera hubiera pensado que estaba asesinándote.—¡Ja! Si ni siquiera puedes alcanzarme.—Lanzó una patada al aire y empezó a girar perezosamente en el mismo.La mirada de Jace se iluminó.—¿Quieres apostarte algo?Clary conocía aquella expresión.—No —respondió con rapidez—.Sea lo que sea lo que vayas a hacer.Pero ya lo había hecho.Cuando Jace actuaba con velocidad, sus movimientos eran prácticamente invisibles.Clary vio que se llevaba la mano al cinturón y a continuación sólo vio el destello de alguna cosa.Y cuando la cuerda que tenía por encima de la cabeza se partió, oyó el sonido de un tejido rasgándose.Liberada y tan sorprendida que le resultaba imposible gritar, fue a parar directamente a los brazos de Jace.El peso echó a Jace hacia atrás y ambos cayeron sobre las colchonetas del suelo, Clary encima de él.Jace le sonrió.—Esto ha estado mucho mejor —dijo—.Ni un solo grito.—No he tenido oportunidad.—Estaba sin aliento, y no sólo por el impacto de la caída.Estar sentada a horcajadas encima de Jace, y sentir el cuerpo de él contra el suyo, le provocaba sequedad en la boca y aceleraba el ritmo de sus pulsaciones.Había pensado que su reacción física a él, las reacciones físicas del uno respecto al otro, se mitigarían a medida que fueran conociéndose, pero no era así.De hecho, la cosa iba a peor cuanto más tiempo pasaba con él.o a mejor, suponía, según cómo se mirase la cosa.La estaba mirando con sus ojos de color oro oscuro; se preguntó si aquel tono se había intensificado desde su encuentro en Idris con Raziel, el Ángel, a orillas del lago Lyn [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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