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.Paul está y no está aquí, ha venido para hacernos un favor, para ayudarnos a atajar los problemas, no sé si me entiende.Starling sabía lo que decían en el servicio: un inspector federal es alguien que llega al campo de batalla cuando la batalla ha acabado para rematar a los heridos.Las cabezas de algunas siluetas se movieron a guisa de saludo.Aquellos individuos estiraron los cuellos y escrutaron a la joven a cuyo alrededor se habían congregado.Durante unos instantes nadie dijo nada.Bob Sneed rompió el silencio.Starling lo recordaba como el mago de la oficina de prensa del BAFT que intentó desodorizar el desastre de los davidianos en Waco.Era un compinche de Krendler y todo el mundo lo consideraba un lameculos.—Agente Starling, imagino que es usted consciente de la cobertura que los periódicos y la televisión han dado a este asunto.Se la ha identificado sin la menor duda como la persona que acabó con la vida deEvelda Drumgo.Por desgracia, los medios de comunicación han decidido poco menos que demonizarla.Starling no replicó.—¿Agente Starling? —No tengo nada que ver con la prensa, señor Sneed.—La mujer tenía a una criatura en brazos; no es difícil comprender el problema que ello nos crea.—No lo llevaba en brazos, sino en un arnés cruzado sobre el pecho, con los brazos y las manos ocultos y sujetando un MAC 10 debajo de una toquilla.—¿Ha visto usted el informe de la autopsia? -le preguntó Snned.—No.—Pero nunca ha negado que fue usted quien le disparó.—¿Creía que lo iba a negar porque ustedes no han encontrado la bala? -Starling se giró hacia su jefe-.Señor Pearsall, ésta es una reunión informal, ¿me equivoco? —En absoluto.—Entonces, ¿por qué el señor Snedd lleva un micrófono? La División de Electrónica dejó de fabricar esos micrófonos de alfiler hace años.Lleva un F-Bird en el bolsillo de la americana y está grabándome.¿Es una moda nueva eso de ir con micrófonos ocultos a los despachos de los demás?Pearsall se puso de todos los colores.Si aquello era verdad, se trataba de una vileza de lo más chapucera; pero nadie estaba dispuesto a que lo grabaran diciendo a Sneed que apagara aquel cacharro.—No es el momento para salidas de tono ni acusaciones -dijo Sneed, pálido de ira-.Todos estamos aquí para ayudarla.—¿Para ayudarme a qué? Fue su gente la que llamó a este despacho y consiguió que me asignaran a la operación para que yo les ayudara a ustedes.Le di a Evelda Drumgo dos oportunidades para que se entregase.Empuñaba un MAC 10 por debajo de la toquilla del bebé.Acababa de dispararle a John Brigham.Ojalá se hubiera rendido.Pero no lo hizo.En vez de eso, me disparó.Fue entonces cuando disparé yo.Y ahora está muerta.¿No quiere comprobar el contador de su casete, señor Sneed? —¿Sabía de antemano que Evelda Drumgo estaría allí? -quiso averiguar Eldredge.—¿De antemano? Una vez dentro de la furgoneta, el agente Brigham me explicó que Evelda Drumgo estaba preparando la droga en un laboratorio de metanfetaminas vigilado por sus hombres.Y me encargó que me ocupara de ella.—No olvide que Brigham está muerto -intervino Krendler-, y también Burke, ambos magníficos agentes.Ya no tienen la posibilidad de confirmar o negar nada.Oír el nombre de John Brigham en labios de Krendler le revolvía el estómago.—No hay muchas posibilidades de que olvide que John Brigham está muerto, señor Krendler.Y, en efecto, era un magnífico agente, y un magnífico amigo.Y es un hecho que me ordenó encargarme de Evelda.—Brigham le encargó semejante cosa a pesar de que usted y Evelda Drumgo ya se habían tirado de los pelos con anterioridad, ¿no es eso? -ironizó Krendler.—Vamos, Paul.-terció Clint Pearsall.—Fue un arresto pacífico -dijo Starling-.Se había resistido a otros agentes en anteriores ocasiones.Pero aquella vez no ofreció resistencia, e incluso hablamos un poco.No era ninguna idiota.Nos comportamos como dos personas.Ojalá hubiéramos hecho lo mismo el otro día.—¿No es cierto que sus palabras textuales fueron‘déjala de mi cuenta’? -preguntó Sneed.—Me limité a darme por enterada de la orden.Holcomb, el hombre de la oficina del alcalde, y Sneed acercaron sus cabezas para conferenciar “en petit comitè”.Sneed se estiró las mangas de la camisa.—Señorita Starling, tenemos declaraciones del oficial Bolton, del Departamento de Policía de Washington, según las cuales usted hizo gala de notable hostilidad verbal hacia Evelda Drumgo en la furgoneta que los conducía al lugar de autos [ Pobierz całość w formacie PDF ]
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.Paul está y no está aquí, ha venido para hacernos un favor, para ayudarnos a atajar los problemas, no sé si me entiende.Starling sabía lo que decían en el servicio: un inspector federal es alguien que llega al campo de batalla cuando la batalla ha acabado para rematar a los heridos.Las cabezas de algunas siluetas se movieron a guisa de saludo.Aquellos individuos estiraron los cuellos y escrutaron a la joven a cuyo alrededor se habían congregado.Durante unos instantes nadie dijo nada.Bob Sneed rompió el silencio.Starling lo recordaba como el mago de la oficina de prensa del BAFT que intentó desodorizar el desastre de los davidianos en Waco.Era un compinche de Krendler y todo el mundo lo consideraba un lameculos.—Agente Starling, imagino que es usted consciente de la cobertura que los periódicos y la televisión han dado a este asunto.Se la ha identificado sin la menor duda como la persona que acabó con la vida deEvelda Drumgo.Por desgracia, los medios de comunicación han decidido poco menos que demonizarla.Starling no replicó.—¿Agente Starling? —No tengo nada que ver con la prensa, señor Sneed.—La mujer tenía a una criatura en brazos; no es difícil comprender el problema que ello nos crea.—No lo llevaba en brazos, sino en un arnés cruzado sobre el pecho, con los brazos y las manos ocultos y sujetando un MAC 10 debajo de una toquilla.—¿Ha visto usted el informe de la autopsia? -le preguntó Snned.—No.—Pero nunca ha negado que fue usted quien le disparó.—¿Creía que lo iba a negar porque ustedes no han encontrado la bala? -Starling se giró hacia su jefe-.Señor Pearsall, ésta es una reunión informal, ¿me equivoco? —En absoluto.—Entonces, ¿por qué el señor Snedd lleva un micrófono? La División de Electrónica dejó de fabricar esos micrófonos de alfiler hace años.Lleva un F-Bird en el bolsillo de la americana y está grabándome.¿Es una moda nueva eso de ir con micrófonos ocultos a los despachos de los demás?Pearsall se puso de todos los colores.Si aquello era verdad, se trataba de una vileza de lo más chapucera; pero nadie estaba dispuesto a que lo grabaran diciendo a Sneed que apagara aquel cacharro.—No es el momento para salidas de tono ni acusaciones -dijo Sneed, pálido de ira-.Todos estamos aquí para ayudarla.—¿Para ayudarme a qué? Fue su gente la que llamó a este despacho y consiguió que me asignaran a la operación para que yo les ayudara a ustedes.Le di a Evelda Drumgo dos oportunidades para que se entregase.Empuñaba un MAC 10 por debajo de la toquilla del bebé.Acababa de dispararle a John Brigham.Ojalá se hubiera rendido.Pero no lo hizo.En vez de eso, me disparó.Fue entonces cuando disparé yo.Y ahora está muerta.¿No quiere comprobar el contador de su casete, señor Sneed? —¿Sabía de antemano que Evelda Drumgo estaría allí? -quiso averiguar Eldredge.—¿De antemano? Una vez dentro de la furgoneta, el agente Brigham me explicó que Evelda Drumgo estaba preparando la droga en un laboratorio de metanfetaminas vigilado por sus hombres.Y me encargó que me ocupara de ella.—No olvide que Brigham está muerto -intervino Krendler-, y también Burke, ambos magníficos agentes.Ya no tienen la posibilidad de confirmar o negar nada.Oír el nombre de John Brigham en labios de Krendler le revolvía el estómago.—No hay muchas posibilidades de que olvide que John Brigham está muerto, señor Krendler.Y, en efecto, era un magnífico agente, y un magnífico amigo.Y es un hecho que me ordenó encargarme de Evelda.—Brigham le encargó semejante cosa a pesar de que usted y Evelda Drumgo ya se habían tirado de los pelos con anterioridad, ¿no es eso? -ironizó Krendler.—Vamos, Paul.-terció Clint Pearsall.—Fue un arresto pacífico -dijo Starling-.Se había resistido a otros agentes en anteriores ocasiones.Pero aquella vez no ofreció resistencia, e incluso hablamos un poco.No era ninguna idiota.Nos comportamos como dos personas.Ojalá hubiéramos hecho lo mismo el otro día.—¿No es cierto que sus palabras textuales fueron‘déjala de mi cuenta’? -preguntó Sneed.—Me limité a darme por enterada de la orden.Holcomb, el hombre de la oficina del alcalde, y Sneed acercaron sus cabezas para conferenciar “en petit comitè”.Sneed se estiró las mangas de la camisa.—Señorita Starling, tenemos declaraciones del oficial Bolton, del Departamento de Policía de Washington, según las cuales usted hizo gala de notable hostilidad verbal hacia Evelda Drumgo en la furgoneta que los conducía al lugar de autos [ Pobierz całość w formacie PDF ]